La palabra y el abrazo son tan importantes como la medicina

CAPO trasciende su rol como centro de autoayuda y se convierte en un verdadero hogar emocional. No es raro ver a pacientes llegar luego de una sesión de quimioterapia, física y emocionalmente agotados, pero buscando ese espacio donde recargar fuerzas, encontrarse con otros y sentirse contenidos.

El vínculo entre voluntarios y pacientes va mucho más allá de lo asistencial ya que es un lazo de afecto profundo, de comunidad construida en el dolor compartido y la lucha cotidiana. Cuando alguno parte, el vacío se siente como la pérdida de un hermano, pero también se comparte entre todos, haciendo que el duelo sea un poco más liviano.

La lucha no es individual, es colectiva y sostenida por quienes enfrentan la enfermedad con una entereza que inspira y conmueve.

 

De la amistad, a la creación de CAPO

 

En 1992, en plena crisis sanitaria y con un Estado ausente, un grupo de pacientes oncológicos de Río Grande decidió organizarse. Rubén Monsalve, quien sobrevivió a tres tipos de cáncer, y Gladys Águila fueron los impulsores de lo que en 1993 obtuvo la personería jurídica como Centro de Autoayuda de Pacientes Oncológicos (CAPO). Lo que comenzó en la casa de Gladys con empanadas y tarjetas para juntar fondos, se convirtió en una institución emblemática del trabajo colectivo. Hoy con 70 pacientes activos, Hilda Linares, actual secretaria y testigo de toda esta historia, repasa cómo el espíritu solidario sostiene desde sus inicios a la organización.

 

El paciente cómo razón de ser

 

Hilda Linares, oriunda de Río Negro y colaboradora de CAPO desde 1993, aseguró que la esencia de la institución jamás cambió en sus tres décadas: “Cuando se creó la asociación fue con ese fin que es tratar de dar una mejor calidad de vida a los pacientes oncológicos y al grupo familiar. Todo lo que hicimos y seguimos haciendo, lo hacemos por y para ellos”.

En relación al sostén cotidiano de la institución, Hilda Linares destacó el papel fundamental de la comunidad: “Nosotros subsistimos gracias a la solidaridad de Río Grande. Si hacemos ferias, nos traen ropa; si cocinamos, nos donan harina o huevos, es un ida y vuelta. La comunidad nos sostiene y nosotros acompañamos a sus pacientes”, relató con gratitud.

A sus 68 años y siendo colaboradora desde 1993, Hilda siempre trató de combinar la vida institucional con su labor como maestra particular de matemática, física y química, sin desestimar el rol como madre y sostén de familia.

 

Con poco, se hace mucho

 

La recaudación de fondos siempre fue un desafío, desde rifas hasta ventas solidarias, cada aporte permitió sostener tratamientos y acompañar a quienes más lo necesitan: “Aceptamos de todo, desde harina hasta carne picada, porque siempre encontramos la forma de transformarlo en ayuda. A veces sirve para cocinar y vender, y otras veces lo repartimos directamente entre los pacientes”, explicó Hilda. Por lo tanto, gracias a esas acciones, la institución puede asistir a pacientes derivados fuera de la provincia, cubriendo traslados, alquileres y hasta medicamentos.

En el camino de CAPO, los sindicatos también han tenido un papel importante. Si bien no todos se involucran de la misma forma, varios han ofrecido apoyo con donaciones o contribuciones específicas: “Hay gremios que colaboran en forma particular y siempre es bienvenido. Cada aporte, por más pequeño que parezca, nos ayuda a sostener la tarea diaria”, relató Hilda. De esta manera, las colaboraciones gremiales se entrelazan con el esfuerzo de vecinos y vecinas, tejiendo una verdadera red solidaria que sostiene al Centro de Autoayuda.

Además, como parte de las actividades abiertas a toda la comunidad, la institución ofrece espacios de encuentro que combinan lo recreativo con lo formativo. Los lunes por la tarde se dicta el taller de pelucas oncológicas, mientras que los miércoles de 15:00 a 16:00 se desarrolla el taller de computación. Ambos son de acceso libre, sin necesidad de inscripción previa, reafirmando el espíritu inclusivo y solidario que caracteriza a la institución.

 

Cuando la cobertura no alcanza, la solidaridad aparece

 

La situación con las obras sociales resulta preocupante ya que, ante la urgencia que presentan los pacientes, no suelen ofrecer respuestas inmediatas. Muchas familias deben enfrentar recortes en prestaciones, especialmente en PAMI y OSEF, lo que complica la continuidad de los tratamientos. Sin embargo, existen programas que marcan la diferencia: “El PLAN SUMAR es el que más respuestas da y con el que menos dificultades se tiene”, precisó Hilda. Frente a estas limitaciones, es necesario destacar que la institución refuerza su acompañamiento, demostrando que la solidaridad puede cubrir los vacíos donde no llegan las prepagas y las obras sociales.

 

Basta con abrir el corazón

 

Más allá de lo económico, la contención humana es central: “A veces no hay soluciones rápidas ni recursos suficientes, pero está el abrazo, la palabra, el saber que no estás sola ni solo”, enfatizó Hilda. Por eso CAPO se transformó en un espacio donde la empatía y la resiliencia son tan importantes como los tratamientos médicos a los que deben someterse los pacientes.

Más de tres décadas después de aquella primera reunión en una casa de familia hoy CAPO sigue de pie con 70 pacientes que encuentran allí un refugio de contención y esperanza. Desde su sede actual en la calle Antártida Argentina 887, la organización mantiene abiertas sus puertas a quienes más lo necesitan. Como dijo Hilda Linares: “No necesitamos grandes cosas, basta con abrir el corazón”.

La historia del Centro de Autoayuda de Pacientes Oncológicos muestra la resiliencia colectiva y el poder transformador de la solidaridad en un tiempo donde el cuidado y el acompañamiento se vuelven tan esenciales como la medicina misma.

 

* Estudiante de 3° año de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social del CENT 35, en el marco de la materia Prácticas Profesionalizantes II.