La carta que elaboraron personas que están privadas de la libertad en la Unidad de Detención Uno de Río Grande, después de ocurrido el suicidio de Ramón Sebastián Zarza, comienza diciendo: “Nota ante el suicidio de un "preso", así lo tituló el portal Resumen Policial, algo que ya no nos sorprende”.
Después expresa: “Hoy escribimos desde un lugar donde duele hasta respirar. Otro compañero eligió el silencio eterno. Y no fue por cobardía, ni por falta de voluntad, ni porque no quisiera una segunda oportunidad. Fue porque este sistema, que se jacta de hablar de justicia, reinserción y derechos humanos, nos está fallando todos los días. Nos sentimos solos, olvidados y, muchas veces, culpables por seguir vivos cuando vemos que otros no aguantan más”.
Más adelante, se relata que “Acá adentro, la palabra "reinserción" resuena con fuerza en los discursos, pero es hueca en la realidad. Nos hablan de justicia restaurativa, pero nadie se detiene a ver si comimos, dormimos, lloramos o estamos al borde del abismo. Nos llenan de charlas que no se aplican, de teorías que no se aterrizan en la práctica. Porque nadie puede sanar cuando el dolor se tapa con burocracia, desprecio y abandono”.
“¿Quién piensa en los agentes de 20 años recién egresados, a quienes mandan a cuidar adultos con historias desgarradoras y familias destrozadas? ¿Qué contención real reciben ellos? ¿Qué preparación tienen para enfrentar una crisis emocional, a una persona quebrada, un intento de suicidio? ¿Y nosotros? ¿A quién le importa lo que sentimos? ¿Cuándo piden ayuda como Sebastián, al director de la Unidad o al jefe de guardia interna y le responden: es un penal hacete hombre? Y se ríen en su cara. Porque el pidió ayuda, porque la estaba pasando mal”, indica el escrito.
En otro tramo, las personas que elaboraron la carta señalan: “Pedís atención psicológica, y te miran con desprecio. Te dicen que, si necesitas terapia, te la pagues vos; que ahí solo se trata el crimen por el que estás detenido. Como si el delito cancelara el derecho a la salud mental. Como si estar detenido fuera motivo suficiente para no merecer humanidad. Cuando tu familia no tiene para comer, ni siquiera te dejan compartir un poco de comida en una visita; o si tus hijos te quieren traer algo cocinado, te lo niegan. ¿Eso es seguridad? ¿Eso es rehabilitación? ¿Qué clase de valores se enseñan así? ¿De qué resocialización hablan, si todo lo que recibimos son normas vacías, violencia simbólica y desprecio?”.
“Mientras tanto, lo único que nos muestran son escopetas en los pasillos a nuestros hijos y visitantes. Hay grupos antimotines apostados como si los motines fueran más frecuentes que los suicidios. ¿De verdad creen que necesitamos más control que contención? ¿De qué sirve tanta "seguridad" si ya no queda humanidad, ni siquiera un poco de respeto?”, advierten quienes realizaron el escrito.
Luego, mencionan: “Nos hablan de "reinsertarnos", pero apenas cruzamos la puerta, lo primero que nos piden es el certificado de antecedentes para todo. Como si nuestra sangre estuviera contaminada. Como si el error fuera una condena eterna. Como si la etiqueta de "ex preso" nos acompañara de por vida. Un título maldito que nos cierra puertas una y otra vez. Sobre todo, en una ciudad donde la justicia se acomoda al ruido de la opinión pública, y los jueces copian fundamentos o "adhieren" a una condena como si sentenciar fuera un trámite”.
“Y mientras tanto, afuera, la sociedad juzga sin conocer. Critican, abuchean, insultan en redes sociales. Nos llaman "bestias", "basura", "cárcel perpetua para todos". Pero nosotros decimos: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Piensen bien lo que escriben. Porque esos mismos mensajes de odio que ustedes publican, son los que alimentan la violencia que después tanto critican. No olviden que los presos también somos padres, hijos, hermanos. Y estamos pagando por nuestros delitos. Pero yo me pregunto, ¿Qué aportan? ¿A quién ayudan con tanto juicio cruel y mensajes de odio? ¿Con qué derecho lastiman y humillan desde una pantalla y contribuyen a ese nudo en la soga?”, expresan las personas privadas de la libertad.
Igualmente señalan: “Se llenan la boca con palabras como justicia, paz, valores. Pero cuando los miramos de cerca, promueven lo mismo que dicen condenar. La pregunta es simple y brutal: ¿Qué están esperando? ¿Otro suicidio? ¿Otro penitenciario que se suicide? Porque esto no solo afecta a los internos. ¿O que le dispare a un interno? ¿Una tragedia más para llenar informes que nadie lee, que nadie responde y echarle la culpa al rejero de guardia?”.
“Nosotros, los que seguimos vivos, no queremos simplemente sobrevivir. Queremos vivir con dignidad, con contención, con una oportunidad real. No queremos seguir contando compañeros o penitenciarios que se van, que se lastiman, que se apagan. Porque cada muerte en contexto de encierro no es solo una tragedia personal. Es culpa del Estado, del sistema judicial, del Servicio Penitenciario y de todos los que miran para otro lado. Incluso de los que critican en redes sociales”, afirman.
En el tramo final, dicen: “Hoy despedimos a un compañero. Y con él, también se muere un poco la esperanza de muchos. Esperamos que esta no sea una nota más. Esperamos que, al leerla, alguien sienta culpa, sienta vergüenza y, sobre todo, sienta responsabilidad. Porque ya no hay más tiempo. Que descanses en paz, Zarza”.
“Y no, no era solo "un preso". Se llamaba Sebastián Ramón Zarza, y tenía solo 24 años y toda una vida por delante. A veces, lo que llaman castigo termina siendo peor que el delito”, concluye la nota.