Su vida cambió; él creyó que era para mal y se fue a vivir a otro lugar para cambiar de manera de vida. Cuando se dio cuenta estaba preso de nuevo, tras las rejas. Otro robo, de nuevo, nadie entiende porqué volvió a perder con la policía. Su gente no entendía los motivos de su vuelta a la cárcel.
Vio que ya no podía seguir así. Un día se sentó en el pabellón y miró a su alrededor y se preguntó “¿esto es vida?”. Esa pregunta lo llevó a sentir que debía hacer algo con su manera de vivir: se inscribió en una carrera terciaria y aunque empezó para probar suerte la carrera lo atrajo y se puso a estudiar. Solo sabía que debía estudiar, que eso sería algo que le daría frutos positivos el día de mañana.
Sus comienzos fueron medio trágicos; nunca aprobó un parcial en el primer cuatrimestre, siempre fue a recuperatorios y los aprobó con apenas seis a todos. Algunos seis bien merecidos, otro rasguñando la nota, pero lo importante era aprobar. El segundo cuatrimestre le fue mejor, ya se sacaba de nota ocho y sus hábitos por el estudio fueron creciendo, su cabeza dio un giro, le cambió el carácter, se dio cuenta de que se ahorraba muchos problemas con esa manera de pensar. Se enfocó tanto en el estudio que el primer año lo terminó sin ninguna materia pendiente.
El año siguiente pasó sin darse cuenta, todo marchó de diez. Él sabía que había cambiado, ya no creía que era un delincuente: sabía que podía ser un profesional. Tenía un ejemplo a seguir, un compañero reincidente que se había recibido de la misma carrera. El muchacho le conto que él era peor de lo que se imaginaba, que gracias a los profesores de la carrera logró cambiar su manera de pensar y “salir de la cárcel” por lo menos en la hora de estudio.
Ese testimonio se le quedó grabado y así fue haciéndose la idea de que era un profesional.
El día llegó. Se recibió y en el acto lo invadían las ganas de llorar por su logro, no lo podía creer, agradecía a todos los profesores sin darse cuenta de que el esfuerzo fue de él porque los profesores solo le dieron las herramientas y lo capacitaron. Los años pasaron rápido gracias al estudio. El día de su libertad se acercaba, los nervios lo tenían pensativo, con miedo, inseguro de qué le espera afuera
Se hizo la idea de que sería discriminado, mal mirado - ese era su miedo - pero la vida le dio herramientas: esos profesores habían sido unos verdaderos maestros, tenían amor por su rol de educador, cada uno en su materia daban todo para que él entendiera lo que le enseñaban y logrado eso se ponían aún más contentos que él mismo, por el avance del muchacho.
Eso le sirvió de mucho el día que llegó su libertad; sabía que estaba preparado para enfrentar todos los conflictos que se le presentasen y así fue que el muchacho gracias al estudio pudo salir reformado, listo para una nueva vida que podría llenar de cosas buenas.