Arnold contó que ingresó en el año 1993 “cuando se llamaba Auditoría General, después se llamó Tribunal de Cuentas. La verdad que era un orgullo pertenecer al organismo de control. Trabajé con personas maravillosas, era un orgullo hacer carrera en ese organismo, hasta que ingresó el doctor Longhitano. Con el doctor Longhitano se vino, como él lo llamaba y me consta porque me lo dijo, una época de limpieza y esa es la palabra que él usó”, señaló, refiriéndose a las medidas que se tomarían luego en dicho organismo.
Después indicó que “si uno hace un poquito de memoria, empujó a que la gente se fuera del Tribunal y quedaran solamente los que estaban dispuestos, porque algunos todavía lo están, a formar parte de ese círculo mafioso. Y cuando digo mafioso, no estoy exagerando, es un círculo mafioso. Lamentablemente, yo fui una de las engañadas por (el contador Hugo) Pani, porque consideré que Pani era una excelente persona, compañero de trabajo, bueno, pero se ve que está muy comprometido, tapando cosas, o le gustó”, deslizó la ex empleada del Tribunal de Cuentas.
Abuso de poder y misoginia
Más adelante, indicó que “El doctor Longhitano hizo, desde el minuto cero, abuso de poder y sobre todo con las mujeres. Por eso, cuando yo me enteré de todo lo que estaba pasando con la secretaria General de APOC, con Valeria Regueiro, lo que también pasó con Elisa (Dietrich), porque cuando yo renuncié Elisa era todavía secretaria General de APOC, y la verdad que le han hecho la vida imposible”, aseguró Mónica Arnold.
Respecto de la situación actual y las medidas contra la secretaria General de la Asociación del Personal de los Organismos de Control, manifestó saber “que todo esto empieza como un reclamo gremial, sé que todo el accionar contra Valeria (Regueiro) se puede disfrazar con medidas en lo que tiene que ver con el gremio, pero en realidad no es así. Longhitano no va a perdonar que lo estemos exponiendo, no va a perdonar que una mujer intente decirle lo que tiene que hacer o delimitar su accionar, no lo va a perdonar, él se comporta así con las mujeres”, afirmó.
Señaló que “a las que reclamamos algo nos llama feminazis, es lo mínimo que nos dice. A mí, por ejemplo, este señor me ha perseguido en la calle, hay compañeros de trabajo míos que vieron eso, lo que pasa es que todos miran para el otro lado, pensando que nunca les va a tocar, y les toca, pero ellos creen que no. Yo no los juzgo como compañeros de trabajo, porque la verdad que cada uno intenta salvar su pellejo, su bolsillo, su carrera administrativa o su carrera profesional, pero en cuanto uno dice que no a algo y generalmente es algo sucio, se les cruza y Longhitano hace lo que quiere”, aseveró.
“Trabajo sucio”
Mónica Arnold dijo que las trabajadoras y los trabajadores del organismo reciben presiones, para realizar “trabajo sucio”, señalando que ese fue uno de los motivos por los cuales resolvió renunciar al cargo al no soportar dicha situación. Al ser consultada sobre las características del trabajo sucio al que hacía referencia, mencionó: “Ir a revisar computadoras, ir a poner expedientes que no corresponden, ir a sacar expedientes después del horario, llevar expedientes en una valijita, espiar compañeros, perseguir”.
“¿Qué es lo que pasa? ¿Como pasa? Supongo yo que, en la mayoría de los casos, quizás hay muchas personas que, al tener un contacto amable con el jefe, sentirse que está dentro del círculo del jefe, eso les da cierto estatus. No sé, comer un asadito o que el jefe los invite a jugar un partido de fútbol. En el caso de Longhitano está todo absolutamente premeditado. Hoy puedo decir que en el caso de Pani también, y también lo estuvo con Caballero, lo que pasa es que cuando Caballero no les sirvió más, lo sacaron, y Caballero pensaba que era intocable. No nos olvidemos que se llevaron puesto a (Claudio) Ricciuti también. Yo la verdad nunca lo vi hacer nada sucio a Ricciuti, pero quién hubiera pensado que lo iban a sacar como lo sacaron”, advirtió.
Acoso y amenazas
Al preguntarle sobre su decisión de renunciar y los motivos que la llevaron a tomar tal determinación, la mujer mencionó que fue al “Ir, por ejemplo, a una psiquiatra y que la psiquiatra me dijera: no te puedo atender más porque me vino a visitar fulana y la verdad que esto ya me compromete. Que mi abogado, que era (Demetrio) Martinelli me dijera que esto lo estaba perjudicando, porque a la señora la estaban por nombrar en un lugar que ahora no recuerdo cuál es, pero que ya lo estaba perjudicando; cuando yo le fui a decir: doctor, ¿por qué no se mueve el expediente?”
“La gota que rebasó el vaso fue que tuve que irme a mi tratamiento psiquiátrico en Río Grande con el doctor (Miguel) Slavik y una vez por mes tenía que viajar a Río Grande. Pero, cuando ya no pude estirar más el certificado médico, me obligan a volver. Y esta gente, o sea, después de tanto tiempo y de haber visto entrar a todos y cada uno de los que formaban parte del Tribunal, enterarme que nadie me quería recibir en su oficina, porque yo me había convertido como en una persona con una enfermedad contagiosa que nadie tenía que hablar”, relató.
Pero dijo que “Entonces, se ve que alguien se apiada y me reciben en la oficina. Yo, por orden médica, no podía estar cerca de los miembros del Tribunal de Cuentas. Eso incluía al doctor Longhitano y como todos saben, el doctor Longhitano es una persona invisible en la ciudad, no camina por la calle. Nunca, jamás, lo van a ver caminar por la San Martín como cualquier persona. Bueno, el doctor Longhitano se apersonó en la oficina en la cual a mí me habían recibido y empecé a transpirar, me puse mi tapado, me fui. Salí caminando para la San Martín, sin saber a dónde y llamo a mi marido. Y el doctor Longhitano caminó atrás mío, riéndose en mi nuca hasta que llegó mi marido. Cuando mi marido llegó, quiero aclarar que mi marido es personal del Tribunal de Cuentas también, cuando mi marido llegó el doctor Longhitano se metió en el IPRA y mi marido lo invitó a salir para cagarlo a trompadas. Nunca salió y como yo estaba con un ataque pánico, mi marido me llevó a mi casa. A partir de ahí, un día lo pensé y mandé el telegrama de renuncia”, contó la ex empleada.
Sopapos y poder
Mónica Arnold aseguró que, en esa dependencia, “Los sopapos vienen de todos lados y quizás hay gente más fuerte o con más años que se podía jubilar, como muchos que se fueron jubilados, obligados por él. Sí, pero yo no tenía esa posibilidad”. “A mí me quiso obligar a traicionar a mi jefe, mi jefe era Ricciuti, y me quiso obligar y yo dije que no. Y bueno, quizás la edad, no sé, pero le pregunté quién se creía que era y el tipo golpeó un escritorio, se apoyó con ambos puños en el escritorio. Y yo dije, este tipo está loco, y la verdad, hoy odio que se me corte la voz por ese pobre infeliz. Porque es un pobre infeliz, pero peligroso porque le dieron poder”, remarcó.
Igualmente mencionó que “Él nunca se ensucia las manos, él manda gente, nunca se ensucia las manos. Entonces así como cayó Caballero, quizás caiga Pani, él manda gente”. “Yo tengo un ex compañero de trabajo, al que Longhitano le dijo: si no te callás, vos sabés cómo termina la gente en esta provincia. ¿Tengo que agregar algo más?”, preguntó.
Finalmente expresó que “El personal mira para otro lado porque todos le deben algo a alguien, a alguno de los miembros. En algún momento al Tribunal de Cuentas, como en cualquier organismo serio, se entraba por concurso. Cuando se dibuja el tema del personal de gabinete, empiezan a entrar conocidos. Por ejemplo, yo una vez tuve que redactar un acto administrativo designando a una persona que todavía no había aterrizado y no tenía matrícula provincial y yo la tuve que designar”, mencionó.
En ese mismo sentido indicó que “si uno hace censo ahí adentro, tenemos a esposas de fulanitos que tienen negocios con hijos de sultanitos o hijastros de. Bueno, sin ir más lejos, el hijastro de Longhitano, al que le inventaron una delegación en Tolhuín cuando acá tiene denuncias por violencia ese señor y está escondido en Tolhuin”, concluyó.