A fines de 1800, María Margarita Urcic y Esteban Kovacic llegaron desde Croacia a una Sudamérica promisoria, “como tantos vecinos croatas que, con el tiempo llegarían a Río Grande. Los abuelos se asentaron primero en Punta Arenas, y luego en Porvenir, en la época de Julio Popper”, recordó Kiko.
Años más tarde, Don Esteban quedó viudo: “El abuelo no resistió la muerte de la abuela. Es que los viejos eran duros por fuera, pero por dentro… Por eso decidió dejar Chile. Se embarcó a bordo del Vapor Amadeo con mis tíos, Mirko, Irma, Alfonso y mi papá, Antonio Estanislavo, que tenía 13 años”.
El Vapor Amadeo era una nave de Menéndez Behety, utilizada para el abastecimiento de las estancias y al no existir carreteras ni caminos, era aprovechado por los pobladores para su traslado.
La familia Kovacic llegó a Río Grande en abril de 1924 y se alojó en el que fue conocido como el hotel de los yugoslavos, hoy Hotel Argentino y “los hermanitos Kovacic van a la escuela 2, en donde hoy es la Casa Municipal”, contó Kiko, recordando afectuosamente la historia que su padre le contó.
“En esa época el estado entregaba terrenos y al abuelo Esteban le adjudicaron unas hectáreas donde hizo una quintita. Vendía verduras, compró una vacas, vendía leche y trabajaban todos los hermanos, pero pasados los años mi padre, se independizó”.
Orgulloso del empuje de su padre, recordó “El viejo se compra un camión y se convierte en uno de los primeros transportistas de fletes, trayendo principalmente lanas de las estancias hasta el muelle de CAP”.
El aserradero y la casa del Lago
En 1946 “el viejo con 35 años, se asoció con Antonio Livacic que era dueño de Estancia Arroyo, en la compra del Aserradero Arroyo, en la Cabecera del Lago Fagnano. A partir de entonces y por más 40 años, la casa aledaña, fue nuestro hogar” refirió Kiko con nostalgia.
“Aquellos primeros años de vida, fueron maravillosos, los tres hermanos nacimos en el campo. Antes de irnos al Lago, el viejo tenía una pulpería de campaña, llamado *El crucero*, camino a Yehuin, en el cruce con Estancia Ruby. Mirta, mi hermana mayor y yo, nacimos ahí y en el año 46 nace Gloria, mi hermana menor, ya en la casa del Lago”.
Fueron años de trabajo duro en los que Kiko asumió las responsabilidades propias de la labor, junto a su padre. Años de experiencias inolvidables, entre las que destacó la vecindad con, entre otros, “Luis Garibaldi Honte, ’la’ Ángela –Loig-, Federico Echelaine y Lola –Kiepja-. Todavía tenemos canastas que Lola le regaló a mi madre y siempre teníamos cigarrillos porque le gustaba fumar fontanares. Unos petardos”, recordó sonriente.
“Las actividades propias del aserradero, se desarrollaron hasta 1957 en el corazón del bosque y al año siguiente se trasladaron al borde de la ruta 3”, recordó Kiko con precisión. “La discusión del replante, el control del bosque, los renovales, las semillas y la tala, es un tema pendiente. Los bosques en los que trabajamos en aquella época hoy están totalmente renovados”.
Por aquellos tiempos compartían actividad con otros aserraderos muy importantes y con “CAMI -Compañía Argentina de Maderas Industrializadas-, que, desde principios de los años 50 fabricaba madera terciada. Tenían alrededor de 150 personas a cargo, con gamelas y camiones para transportar. Fue una empresa muy pujante”, recuerda Kiko con nostalgia de una época floreciente de la actividad maderera.
A pesar de que con el tiempo la actividad del aserradero se frenó, “’Los viejos’ - Don Antonio Kovacic y Teresa Delic- se quedaron allí hasta los 90”, refiriéndose a aquella casa acogedora que aún se ve desde la ruta 3, donde el cartel dice “A Kovacic”. Un lugar donde los visitantes se deleitaban con amenas charlas acompañadas de pan casero y el mejor dulce de ruibarbo de la zona.
Construcciones
Refiriéndose a aquellos años afirmó “Eran pocas las construcciones de material antes de los 60: el Banco Nación, el casino de oficiales y algunas otras pero muy pocas. Todo madera y chapa” y agregó “Las primeras construcciones de Río Grande, las vigas, las cabreadas, las paredes, los techos y los muebles, se hacían con madera”.
Para esos fines, la madera era transportada hasta Río Grande, a donde “se traían algunas cargas a pedido, y se hacía acopio en algunos pocos corralones como el de Vidal en Punta María, el propio del Aserradero Arroyo al lado de lo de Trejo y algún otro. Muchas familias se hacían sus propias casitas y era muy requerido el oficio de carpintero -Álamo, después los Sevillano, Copesky“, mencionó entre otros y parecía verlos.
Vía marítima
“Todo lo que llegaba y se iba lo hacía por barco. Venían víveres y todo tipo de insumos y se iba la lana, los corderos, las maderas. Lo normal era ver barcos y el movimiento de la ciudad se concentraba mucho en la zona costera” recordó vívidamente Kiko y agregó,” Traíamos la madera desde el aserradero y se cargaban los barcos que se iban rumbo a diferentes destinos de paso, y al final, a Buenos Aires”.
Sólo un poco de la producción de los aserraderos quedaba para el consumo interno, pero “la mayor parte de la producción se enviaba al norte vía marítima, ya que el transporte en camiones sólo era para el traslado dentro de la isla” aseguró.
En los muelles que hoy se ven inutilizados había gran actividad, “Al muelle de CAP, llegaban los LUCHOS que cargaban 800-900 toneladas. El resto de las embarcaciones, también llegaban a nuestras costas. La Anónima tenía uno que atracaba en el muelle de Prefectura y las barcazas de Perez Companc de fondo plano, que cargaban hasta 1500 toneladas, que no necesitaban muelle para atracar, llegaban a la costa. Al bajar la marea quedaban en seco, abrían la compuerta y subían los camiones a descargar” recordó vívidamente y agregó “Cuando llegaban los barcos más grandes -los caponeros- que no podían entrar, los de menor porte iban y volvían a cargar, según la marea”.
La caída de la actividad
Los aserraderos “aportamos madera para la construcción de trincheras, bunkers y polvorines”, refiriéndose a 1978 y 1982 cuando dos conflictos bélicos involucraron a los riograndenses. “La población en general, comerciantes y emprendedores, debieron colaborar en lo que fuera necesario”.
Pero poco tiempo después, la actividad de los aserraderos empezó a mermar. Quizás, la modernización mezclada con los lamentables incendios que azotaron a no pocos vecinos, llevó a cambiar el modo de construir de nuestra ciudad y la madera dejó de ser el principal material para la construcción.
Terminada la actividad del aserradero, por un tiempo, Kiko, ya padre de familia, se aventuró con máquinas viales. De ese emprendimiento rescató el buen recuerdo como subcontratista de la empresa Roch y desestimó otros no tan memorables con empresas que “pedían retornos por debajo de la mesa”.
Kiko, caminante memorioso
La historia de Esteban Kiko Kovacic se unió a la de Patricia Velásquez, hace 43 años. La familia se multiplicó y su huella está presente en sus cuatro hijos –Sebastián, Federico, Agustina y Esteban-, cuatro nietas y un nieto, con quienes comparten los mejores momentos.
Hoy padre y abuelo, camina diariamente las calles de Río Grande porque “necesito moverme, fui deportista toda mi vida,” aseveró, recordando los inicios del fútbol de salón y del rugby en Río Grande, su participación en equipos de básquet, la práctica de ping pong y el bowling en el Hotel Los Yaganes, “con amigos inolvidables”.
En Río Grande lo conocen muchos. Lo podrán encontrar en una mesa del Roca, con otros “memoriosos” o por las calles de su querida ciudad en la que permanece, pase lo que pase, porque “aquí nacimos, aquí trabajamos, aquí nos quedamos”. Si no lo conocés, y ves por la calle un hombre de boina, alto, sonriente; un típico descendiente eslavo, que camina, aún contra el viento, dispuesto a la charla amena, ese es Kiko.
*Nota realizada por estudiantes de 3° año de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social del CENT N° 35, en el marco de la materia Prácticas Profesionalizantes II.