Las noticias avizoran un nuevo juicio a los proxenetas que durante más de 10 años hicieron uso y abuso en complicidad con el estado nacional de un número no contable de mujeres que bajo el velo de la protección (como suelen ser los actos más perversos) ultrajaban las intimidades de sus víctimas camuflados en una horda/jauría.
No existe mejor método encontrado hasta el momento que borrar lo singular de alguien diluyendo su esencia en la masa. En un colectivo humano entonces los efectos de la masa en ocasiones acrecientan el poder de lo singular, pero en otras puede también coaccionar lo individual bajo una lógica transitiva en la que sus miembros no tengan toda la responsabilidad sino solo una cuota, asumiendo así un costo relativo para la justicia.
Alika se ha convertido en una leyenda viviente que desde el primer juicio ya en el año 2016 ha intentado colocarle voz a la desesperanza, palabras al silencio aterrador y cuerpo a la demanda de un aparato que insiste en aniquilar su deseo.
¿De que goza el perverso si no es del cuerpo del otro? Un gran número de pacientes que ingresan al consultorio afectados por las rajaduras del amor, orbitan un poco aturdidas y algo cansadas en los laberintos de; una ex pareja que no termina de soltarles la mano, un jefe que le solicita un intercambio sexual usurero, una madre o un padre que deja marcas indelebles. Si la intensidad del vínculo es sostenida en el tiempo, las manifestaciones sintomáticas no tardan en aparecer. Y esto, digámoslo así, porque las formaciones del Inconsciente no se distraen con lo superficial, sino que apuntan directamente al contenido más profundo del ser produciendo síntomas obstaculizantes para la vida cotidiana.
De acuerdo al psicoanálisis los tatuajes de la historia son indelebles porque se inscriben más allá del cuerpo en una zona inalcanzables para los sentidos, se ubican fuera del alcance de lo accesible ordinario, el sujeto perverso lo sabe y añora provocar angustia intuyendo que quizá el cuerpo es el único medio por el cual se accede a lo más profundo del ser, quizá por esto al actor perverso le interesa tanto marcar el cuerpo de su víctima, así encuentra en el paño de la carne un acceso a los más profundo del ser.
Lacan en el seminario XX “Aun” diría sobre este goce fálico que es: “...el obstáculo por lo cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano” y sólo del órgano acotaría yo. Lacán pareciera haber detectado con mucha sensibilidad que lo femenino nunca se ha dejado domesticar del todo. Y hoy más que nunca las condiciones por las que el patriarcado vulneraba arrogantemente el deseo femenino están puestas en cuestión.
Gozaras de mí, pero no toda! Es la respuesta que propone por la vía de la disociación la víctima que se encuentra con la voluntad perversa.
A través del Psicoanálisis nos hemos enterado de las relaciones que pueden establecerse entre la líbido y el dinero, el que paga y obtiene una parte del cuerpo del otro. Entre el goce autista que prescinde del otro pero que no es sin el otro. Es decir que para que algo del goce perverso pueda realizarse es necesario el paso por el otro, por un sujeto que no haya estado advertido de su lugar en la ecuación afectiva y que sobre todo tarde o temprano pueda angustiarse.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando esos lugares en los que se encarna esa voluntad perversa de la que hablamos obtienen la complicidad del estado?
La primera parte del juicio demostró, el grado de implicancia de los acusados frente a un acto que se sostenía veladamente bajo el significante “alternadora” una manera efectiva de legalizar lo que a la luz del día da vergüenza nombrar. Algo que puesto al descubierto ahora produce efectos colectivos de vergüenza y entonces tenemos una sociedad señalando con el dedo que en ese lugar ocurrían cosas aterradoras. ¿Acaso antes no se sabía?
Vale la pena mencionar que la vergüenza, como dique neurótico, aparece en el desarrollo temprano de nuestra vida y solo cuando la mirada del otro da cuenta de nuestra desnudez. Se deriva de aquí que la denuncia produjo algo distinto, un efecto de sentido, que otrora no era el mismo.
¿Qué es lo que cambió que pudo escucharse de una manera distinta? ¿Incluso por segunda vez?
El deseo insiste y lo hace a pesar de encontrarse con algunas fatalidades en el camino. Quizá ante la persistencia de lo denunciado finalmente se haya encontrado un Otro (la justicia) que escucha o que por lo menos habilita la posibilidad de hacer circular una verdad, y que esta propicie una salida para la reconstrucción obliterando lo indeleble, conjugando el dolor con la dignidad posible.
Lic. Leandro Hocquart
Dplm. Ps. Jurídica y Forense
Dplm. Género y Movimientos feministas