OPINIóN | 5 MAY 2019

GRIETAS Y UNIDADES SE ALQUILAN

Elecciones o tiempos de principios elásticos

Una extensa lista de candidatas y candidatos se publicó por estos días en la mayoría de los medios locales, al cerrar las listas para las próximas elecciones de junio. Nombres conocidos, ignotos, algunos olvidados que reaparecen y todo tipo de combinación de filiación e ideología, sirvieron para empujar y abrir la puerta de una carrera más personal que colectiva hacia la banca o el sillón, según el objetivo del postulante. Mientras tanto, la plebe entretenida con la diaria y la carrera de obstáculos para llenar la olla. Días en los que grietas y unidades sirven de excusa, para justificar lo injustificable.




El archivo es cruel, implacable, incómodo las más de las veces para la mayoría de los mortales; porque a los inmortales por lo general se lo escriben a medida para que lo sigan siendo, cómo héroes o villanos, pero para siempre. Pero el archivo de los políticos, salvo honrosísimas excepciones; los suele condenar al ridículo, a la incoherencia, a la contradicción, a la falta de consecuencia y a veces a un cóctel con todos estos peligrosos ingredientes; que suelen perjudicar gravemente organismos ajenos y no el cuerpo propio.

El archivo está ahí, a disposición de la mayoría en estos tiempos de internautas; sin embargo esa misma mayoría soporta una y otra vez el trago amargo de esa bebida preparada para sedar y seducir. Después de la borrachera, claro, viene la resaca y sus consecuencias; esas que no padece el barman sino el iluso consumidor.

Y como las mercancías y marcas que perduran, aquellas que se imponen y fijan en los consumidores; los vendedores y sus asesores en marketing no descansan y elaboran permanentes estrategias de mercado para que sigamos comprando el mismo veneno. Llámese “grieta”, “unidad necesaria”, “cambio” o “revolución de la alegría”, los slogans están a la orden del día y se imponen a lo largo y ancho del país, se repiten en la región, en el mundo y en esta isla austral, que alterna entre venderse como el fin del mundo y comprar las políticas impuestas desde donde atiende dios.

Entonces pretenden convencernos que hay una grieta donde nadie la ve o que se habla el mismo idioma en la Torre de Babel. Al mismo tiempo nos dicen que los malos no lo son tantos y que los dueños del poder se volvieron generosos. Todo entre sonrisas y photoshop de campaña, para que la oferta tenga un aroma opiáceo de mundo ideal.

En sintonía, desde hace un buen tiempo, nos vienen vendiendo que ya los partidos tradicionales están muertos; que es la hora de otro tipo de construcción “amplia y elástica”. Esa construcción que les permite juntarse, con los mismos que hasta ayer pintaban como demonios. Esa que no manejan los afiliados sino los dueños de los sellos que se venden, alquilan o prestan según la conveniencia. Esos partidos que aparecen y desaparecen en cada elección, con nombres y candidatos extraños y de desconocida trayectoria. Esa construcción laxa y acomodaticia al momento histórico, no para resolver cuestiones de interés común sino para garantizar el negocio propio de quienes se dicen “políticos profesionales”.

Pero, como dice la canción, ¿quién dijo que todo está perdido? Seguramente lo dirán aquellos que proponen que algo cambie, para que nada cambie. Los que nos pretenden vender su producto sin mayor resistencia, los discípulos locales y nacionales de Durán Barba y sus estrategias para políticos del marketing y el efectismo.    

Sin embargo, la historia nos revela una y otra vez que los pueblos –más temprano que tarde- se revelan a los mandatos de los poderosos. En ocasiones a fuerza de guillotina, en otras con piquete y cacerola, muchas veces copando plazas y calles, siempre a contramano de los intereses de los poderosos y en defensa propia. Reconociendo esa grieta, que no separa a los parecidos sino a los bien diferentes. Porque víctimas y victimarios difícilmente puedan convivir del mismo lado de la cinchada por mucho tiempo; más allá de la parafernalia electoral, la televisión, los cantos de sirena o las falsas sonrisas de campaña.