

Por: “TRULA” JUÁREZ *
Una noche de mucha lluvia y vientos con ráfagas muy veloces, un muchacho salió a robar. El robo de esa casa le salió mal culpa del perro guardián que hizo mucho ruido con sus ladridos de bocina de tren; llegó la policía, el sargento lo miró reducido en el piso y le comentó que, aparte de este robo, tenía una captura por otro robo en inmediaciones de este lugar.
- Ya te tocó, irás al penal - le dijo al muchacho. “La captura, más otro hecho, era justo lo que tenías que tener para terminar en el penal”.
Raulito como le decían en su casa cumplía con todos los requisitos para poder visitar la cárcel.
El traslado al penal fue inmediato. En la puerta de la cárcel se le cruzaban muchas cosas por la cabeza; era la primera vez que estaría en un lugar como ese. Al llegar vio que había mucha tensión adentro, saludó a algunos de los muchachos a otros los saludó de lejos. Al pasar unos día miraba de lejos a todos, quería ir a una mesa donde estaban algunos presos que contaban historias muy apasionantes de delincuencia, mucha acción y en su cabeza decía “qué loco, yo nunca podré ser como ellos, hacer esas cosas que ellos hacen, no lo haré, nunca menos ahora que perdí y no sé cuántos años me darán”.
Se acercó a los muchachos que estaban tomando mate y contaban cada uno una historia diferente, era una más apasionante que otra. Raulito escuchaba atento y se sorprendía de tal magnitud de los hechos y la impunidad que había en cada uno; él también contaba historias pero no tan apasionada pero le ponía mucho condimento, obvio, para no ser menos y poder estar a la altura de la circunstancia.
El muchacho empezó a ver que el otro grupo trabajaba y salía a deporte y no eran tan divertido para hablar porque solo querían salir en libertad, hacer bien las cosas y le decían que haga lo mismo, que las pastas (pastillas) y los cuentos de películas de los otros muchachos no lo llevarían por buen puerto, solo lograría ser el hazme reír del penal y nunca iba a aprender nada. Él pensaba que estos presos no sabían ni lo que hablaban o que era envidia porque los otros eran muy delincuentes.
Un 14 de septiembre le llegó la libertad a un preso que le decían “el tigre”; era uno de los que más historias apasionantes contaba. “Qué suerte” se decía “se va y eso que mató a una persona en un robo al banco”. Era lo que tigre le había contado a él.
La salida de “el tigre” lo tranquilizó un poco, porque pensaba que si él salió con un muerto “yo igual saldré”. “El tigre” le había contado que solo hay que saber declarar por eso él iba a salir. Ahora ¿Quién iba a contar historias tan buenas?
Nunca se había acercado a “Monito Chaves” un preso que igual era de contar historias, pero “el tigre” siempre le decía que no ande con monito porque era un gil y que le había pegado muchas veces.
La verdad era otra: no se querían, eran competencia, pero eso a Raulito no le importaba, él quería historias, cosas de mucha acción para escuchar. Se sentaba a tomar mate con monito y este empezaba a contar una historia, otra historia. Raulito no entendía nada de esas historias medio parecida a las que le había contado el tigre, pero no decía nada porque él también contaba historia con algunos relatos del tigre. Sabía que “monito” y tigre le mintieron todo el tiempo y que eran unos chantas pero él no podía reclamar nada porque él los imitaba. Contabas historias mucho más apasionante y había unos muchachitos que eran nuevos en la cárcel que lo escuchaban y algunos se le reían, los presos viejos le decían “delincuente de por vida” y tiene solo un robo encima, perdió, de verdad se volvió el hazme reír de la cárcel.
Él si se molestaba y sabía que la gente por momentos se daba cuenta; trataba de tapar la mentira con otra mentira, con una historia más apasionante y ya no podía volver porque era tarde y así vivió toda su condena llena de conflictos por ser el imitador de los mentirosos y siempre buscando a los presos nuevos que lo escuchen, porque los presos viejos ya no lo escuchaban solo le decían “después me seguís contando, ahora me voy a deporte” y se lo sacaban de encima.
Así fue una condena de un imitador de los personajes de la cárcel.