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jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº1968

Política | 8 dic 2021

EL CONFLICTO POR EL CANAL DE BEAGLE

1978: la guerra que no fue

Quizás sólo los soldados y fuerzas que participaron supieron lo próximo que estuvimos de una guerra con Chile. En nuestra ciudad se vivió muy de cerca; gran cantidad de material bélico y miles de soldados arribaron a las costas del Cabo Domingo y al aeropuerto y deambulaban por las calles de la ciudad. ¿Cómo vivió la población de Río Grande ese clima de guerra? GALERIA DE FOTOS


Por: Graciela Donoso*

Más de cuatro décadas pasaron y aún quedan huellas materiales y valiosos recuerdos de vecinos que vivieron aquel año convulsionado para la ciudad, la provincia y el país. El año en que el conflicto limítrofe con Chile casi se convierte en una guerra.

Desde el 1er Tratado de 1881, habían pasado alrededor de 100 años de  negociaciones y fracasos, tratados y protocolos, intentando resolver  la disputa entre Argentina y Chile respecto de las tres islas estratégicas en el Canal de Beagle, cuando  en 1978 la situación llegó al extremo.

Ambos países bajo dictaduras -Chile desde 1973 y Argentina desde 1976- reciben en mayo del 77 las conclusiones del Laudo Arbitral “de su Majestad Británica”, que Chile acepta sin miramientos  y Argentina declara “insanablemente nulo”.

El resultado del arbitraje,  solicitado años antes por Chile y Argentina, y que había llevado años de discusiones y argumentos por parte de ambos países, dictaminaba finalmente, entre otras cuestiones, que las tres Islas: Picton, Lennox y Nueva, pertenecían a Chile.

El rechazo del resultado del Laudo Arbitral, por parte de la Junta Militar Argentina desencadena una escalada militar en la región. Y aunque no fueron pocos los intentos y comisiones que en esos meses intentaron arribar a acuerdos, la diferencia de criterios dentro de las Fuerzas Armadas Argentinas, derrumbaron los esfuerzos diplomáticos y las presiones militares que abogaban por un conflicto armado, ganaron posición.

Consecuentemente, a principios de diciembre de 1978, en una reunión decisiva en el edificio Cóndor, las cabezas castrenses elaboraron un plan de invasión conjunto contra Chile: la “Operación Soberanía”, con fecha y hora precisa de inicio. El 22 de diciembre a las 22. La guerra es cuestión de días.

 

Sin fronteras

 

Río Grande tenía en ese momento gran cantidad de habitantes de origen chileno, con familiares de uno y otro lado de la frontera, por lo que el conflicto se vivía con preocupación, temiendo un enfrentamiento con quienes vivían del otro lado del alambre y cerca del corazón.

Según el Anuario Estadístico emitido por el Gobierno del entonces Territorio, en 1978 vivían en Río Grande 11.648 personas y los testimonios sostienen que “había más chilenos que argentinos”. Vecinos y vecinas compartían la vida cotidiana; niños y niñas jugaban en las calles y eran compañeros de aula y los más grandes, compartían “la once”, los trabajos el mate, la mesa del Roca o un truco en lo de Ramírez.

Y aunque los preparativos para la posible guerra continuaban, en Río Grande como en el resto del país, en el mes de junio la pasión del futbol ganó los corazones y las calles de todos los que habitaban este suelo, en los festejos de Argentina Campeón Mundial ‘78.  Es que la vida y las actividades propias de la ciudad parecían normales, a pesar de los aires de guerra; tanto fue así que en agosto se corrió la carrera de la Hermandad, a frontera abierta entre ambos países; tal como se venía haciendo desde el año 1974. En esa 5ta edición fue rebautizada por única vez como Gran Premio Internacional, pero todos los obstáculos que podrían preverse, fueron resueltos, al punto que  testigos aseguran por ejemplo, haber compartido un asado en la frontera, con participantes de la prensa y auxilios propios del evento, carabineros chilenos y gendarmes argentinos.

 

Tropas y oscurecimientos

 

Pasaban los días y la ciudad comenzó a sentir cada vez con más certeza que se acercaba la hora, cuando llegaban las tropas y los pertrechos de guerra. La cantidad de soldados que fueron arribando a la ciudad, duplicaba la cantidad de habitantes, “el pueblo estaba invadido, había gran actividad y un gran barullo” recordó Daniel Nene Martínez. “Vimos llegar a Caleta La Misión, al Cabo San Antonio con carros de asalto, camiones Mercedes, otros rodados militares y todo tipo de material bélico”.

Los soldados que se paseaban por la ciudad a la espera de órdenes, compartían la vida del pueblo y se alojaban en escuelas, clubes y galpones. “Una marea humana” describió Leda Soto refiriéndose a los alojados en el gimnasio Ceferino Namuncurá.  

Los vecinos de Río Grande  se transformaron en jefes de sector, colaborando en  los ejercicios de oscurecimiento y simulacros guiados por Defensa Civil; algunos riograndenses reservistas, mecánicos y organismos como vialidad prestaron sus servicios en lo que fuera menester y periodistas y personal de salud estaban “a disposición”, sin posibilidad de abandonar la ciudad.

Vecinos y vecinas debieron tapiar ventanas y puertas y los vehículos sólo podían circular ocultando sus luces con cintas. En casas particulares y talleres se armaron refugios y fosos; las estancias entregaron ganado para las tropas y los aserraderos, madera para las trincheras.

 

¿Quedarse o irse?

 

Ante esta situación, algunas familias se fueron y otros decidieron o debieron quedarse. “Nos sugerían, si se podía, llevar lejos a las familias” contó Coco Sevillano, coincidiendo con otros testimonios de vecinos que, aunque debieron permanecer por sus tareas “esenciales”, evacuaron a sus familias por temor ante lo que parecía ser un hecho. Otros simplemente rogaban que no llegara el día temido, pero eligieron quedarse. 

En la desesperación algunas familias de origen chileno decidieron volver a su país de origen y hasta vendieron sus propiedades a precios viles. Hubo quienes fueron conminados a abandonar  sus puestos de trabajo, por ocupar lugares estratégicos, por ejemplo las comunicaciones. Es el caso de los padres de Lucho Torres, de origen chileno, nacionalizados argentinos, operadores de Entel en Río Grande, a quienes les dieron a elegir un destino en Argentina, pero fuera de Tierra del Fuego, para seguir con el empleo.

Ese clima extraño y convulsionado se vivía en Río Grande a medida que se acercaba la fecha indicada para el comienzo de las hostilidades.

 

El silencio y los festejos

 

De aquel “barullo permanente, de golpe, notamos que había un gran silencio” recordó con claridad Nene Martínez, “entonces se empezó a rumorear que se habían ido a la frontera”. Eso significaba que no había vuelta atrás.  

Y así era. La flota y las tropas habían avanzado tanto que los soldados en tierra, veían los cascos de los otros hasta el punto que “el enemigo se convirtió en persona”, según declaraciones posteriores.

Pero el clima hostil en el mar y los últimos y desesperados intentos diplomáticos con la intervención de la embajada de Estados Unidos y el pedido de  intermediación del Papa Juan Pablo II impidieron, ya al filo de la guerra,  el inicio de las acciones bélicas concretas. Los dos países se disponían a volver a conversar, esta vez con la intervención de “buenos oficios” del enviado papal, el cardenal Samoré.

Pero por su parte las fuerzas de infantería y la flota naval ya habían avanzado en sus posiciones y desconocían las decisiones de los altos mandos. Urgía entonces hacerles llegar la comunicación para frenar la Operación Soberanía. Para ello fue necesario el envío de helicópteros a fin de evitar los ataques, que finalmente se detienen y las tropas y flotas comienzan a retirarse.

Al ver retirarse a la flota argentina y la flota chilena recibió la orden de retirarse también. Y así se terminó la avanzada bélica del 78.

Pronto las calles de la ciudad se poblaron nuevamente con los soldados que volvían de la frontera  y a los que les fue imposible retornar de inmediato a sus provincias. Volvió el murmullo y en medio de ese tumulto, llegó la Navidad. Algunos vecinos recuerdan muy bien aquel día de calma y alegría. “Muchas familias, sin distinción de origen invitaban a los soldados que habían estado prestos a atacar a Chile” a compartir la cena y festejar la Noche de Paz, contó Nene Martínez.

 

Democracia y Plebiscito

 

Las negociaciones continuaron y un año después, del retorno de la democracia, el Presidente Raúl Alfonsín llamó a “consulta popular” al Pueblo Argentino  por el Diferendo en la zona del Canal de Beagle. En el plebiscito nacional no vinculante del 25 de noviembre de  1984 la ciudadanía Argentina era llamada a emitir su voto por Si o por  No (aceptar o rechazar) el “Tratado de Paz y Amistad firmado con Chile para resolver el Conflicto del Beagle luego de la mediación de la Santa Sede”. 

A nivel país, la propuesta fue aprobada por el 82% de la población. Y aunque los testimonios recogidos, parecieran indicar que en Río Grande no se quería la guerra, los datos revelan que Tierra del Fuego fue el distrito que más se opuso a la propuesta pacificadora. 

 

Huellas y testimonios  

 

Quedan aún hoy señales, desconocidas por muchos, de aquellos días: los carteles de campo minado en la espera del cruce de barcaza y  las piezas de artillería apuntando a Puerto Williams, que sirven de objeto curioso para la foto del paseo por Almanza; o las muchas trincheras de las que pocos saben y recuerdan; o más evidente aún, las pistas alternativas que todo viajero transita, muchos sin preguntarse por qué y para qué fueron construidas.

Pero quizás las huellas más significativas son los momentos vividos. Los recuerdos de vecinos-testigos de nuestra ciudad que vivieron, convivieron, temieron y afrontaron los convulsionados días de una guerra que no fue.

A ellos y ellas nuestro homenaje y agradecimiento.

*Nota realizada por estudiantes de 3° año de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social del CENT N° 35, en el marco de la materia Prácticas Profesionalizantes II.

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