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Política | 6 ene 2021

UNIÓN DE TRABAJADORES DE ALPHABET

Trabajadores y trabajadoras de Google crearon su sindicato

Apenas poco más de 200 formularios de afiliación firmados dieron el puntapié a un acontecimiento que dio vuelta al globo. En Google, es decir en la propia Silicon Valey, donde la atmósfera está impregnada hasta el último rincón del sueño liberal e individualista de la labor humana, se anunció la creación de un sindicato de trabajadores y trabajadoras de la compañía insignia de las denominadas Big Tech.


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La confección del mismo, según explicaron sus creadores y creadoras, se dio a partir de un largo y hasta secreto proceso de convencimiento a sus nóveles adeptos, montado en una serie de protestas que se vinieron dando en la gran empresa tecnológica. Además de las condiciones salariales, la organización tiene la intención de intervenir sobre otras cuestiones que hacen a su actividad, como los casos de acoso sexual y la demarcación de las tareas por principios éticos.

Alrededor de 225 ingenieros e ingenieras, en conjunto con otras  y otros trabajadores de la empresa Google, informaron en el día de ayer la creación de la Alphabet Workers Union («Unión de Trabajadores de Alphabet»), nombre del sindicato que intentará colocar su propia voz en las relaciones laborales a través de la práctica organizativa gremial.

La reciente formación tiene como idea ensamblar a la mayor parte de empleadas y empleados de Alphabet Inc, la empresa matriz de Google. Para ello ya cuenta, aunque pocos, con la afiliación de asalariados y asalariadas de la compañía de otras regiones, tanto en EE.UU., como en el país vecino de Canadá.

Asimismo, la agrupación floreciente se encuentra bajo la articulación de un sindicato mayor, conocido – y reconocido – como Trabajadores de Comunicaciones de EE.UU. (CWA, de acuerdo a sus siglas en inglés). Tal organización laboral se encuentra entre las más numerosos en el país del norte, con más de 700.000 miembros y es quién representa a empleadas y empleados de firmas punta en el sector de las telecomunicaciones, como son Verizon y AT&T.

Según la doctrina liberal más ortodoxa – o clásica -, los sindicatos, al corporativizar a las y los obreros de una rama, oficio o empresa, tienden a crear monopolios y, en consecuencia, a hacer trampa sobre lo que sería la libre competencia, al inflar el precio de la fuerza de trabajo. Por tanto, el trato justo en la disciplina primera que argumentó al naciente capitalismo industrial, la fijación de un salario debe de realizarse mediante la negociación entre el trabajador o trabajadora individual y su patrón o su patrona.

La recordación no está de más: tal teoría, arrastrada desde los siglos, tomó cuerpo en las comarcas de Silicon Valley, terruños californianos donde yace esa suerte de utopía Big Tech, en la que se incluye estelarmente la empresa Google, y que tiene como guía suprema el total recelo hacia las prácticas sindicales. De allí la sorpresa por la constitución de un cuerpo obrero organizado en regiones extrañas y hostiles.

Las explicaciones sobre el inédito suceso podrían abordarse desde distintos aspectos, como la multiplicación de actividades – y trabajo – que aconteció sobre las empresas de la “Gran Tecnología” ante el advenimiento de la pandemia y la necesidad consecuente de poner límites por parte de las y los trabajadores o bien, la posible ilusión que relaciona la creación de sindicatos con el progreso de la economía del país (según registros, la mayor tasa de sindicalización en EE.UU. se dio sobre los mejores años en el capitalismo del Norte).

Tales especulaciones se pueden traducir en cifras y hechos: las afiliaciones de las y los trabajadores estadounidenses se ha encogido de 35% en 1954, a 20% en 1984 y 10% en 2019, mientras, en paralelo, las condiciones de vida de la clase asalariada disminuían conforme pasaban los años.

Por otro lado, la novedad altisonante esconde hechos de menor magnitud, pero que se configuran como el presagio del acontecimiento. Sin ir más lejos, hace menos de un año, las y los asalariados de la Big Tech Kickstarter, pudieron formar su sindicato, a la vez que los trabajadores y trabajadoras externas de Alphabet, en Pittsburgh, lograron unirse al sindicato multirubro United Steelworkers (Trabajadores Unidos del Acero), para desembocar en el hecho fundamental, dado por las y los trabajadores de logística de Amazon, quienes se alzaron, dentro de la órbita Silicon Valey, como punta de lanza sobre reivindicaciones laborales en plena pandemia.

Por su parte, la iniciación del flamante sindicato Unión de Trabajadores de Alphabet se dio a partir de un trabajo silencioso, elaborado desde hace años y que dio su fruto a partir de la estocada final: el trabajo de afiliación secreta (que es el método de su sindicato madre, el CWA) aplicado con esmero en casi todo el pasado 2020.

Según su página web, entre sus características descansa la norma de que cualquier trabajador (quienes son en mayoría los denominados de cuello blanco) estable o tercerizado de la compañía podrá incluirse a partir del pago de una cuota correspondiente al 1% de sus ingresos, que servirán para contribuir a actividades, al equipo legal y, además, para la posesión de una “caja de resistencia” en el caso de producirse una huelga.

A su vez, según expresa el nuevo sindicato, el núcleo de cuestiones a lidiar con los empleadores contempla salirse de los temas exclusivos salariales para incluir asuntos tales como el manejo de casos de acoso sexual o la posibilidad cierta de cuestionamientos ante proyectos de la empresa que empleados y empleadas consideren poco éticos.

Tales determinaciones alojan una historia detrás. Por caso, las y los trabajadores de Google lograron frenar el acuerdo con una huelga protagonizada por 20.000 empleados y empleadas por el cuál Andre Rubin, alto ejecutivo de la firma y uno de los creadores del programa informático Android, al ser acusado de acoso, iba a recibir, en compensación por abandonar la empresa, la friolera de 90 millones de dólares. Otra reacción de las y los asalariados de Google se trató de bajar el “Proyecto Maven”, plan laboral cuyo objetivo se trató de mejorar los ataques con drones del Pentágono, a la vez que se denunció el propósito de desarrollar inteligencia artificial para el Departamento de Defensa y el de servir con tecnología última a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU.

La dinámica característica de las grandes tecnológicas se hallaba representada, en cuanto al aspecto del derecho del trabajo, por la inexistencia de organización alguna entre su personal empleado. Ello valió una serie de retrocesos en logros laborales históricos. Quiera o no se quiera, la unión de las y los trabajadores, del modo que sea, asomó, en la circunstancia y geografía descrita, como fenómeno esperable, lógico.

Por Máximo Paz, para ANRed.

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