Opinión | 6 dic 2018
ABONADOS
Un rezo en tiempos de vacas flacas
Los trabajadores, privados y estatales, van naturalizando la recepción de sumas no remunerativas y por única vez como “paliativo”, para zafarle un poco a la crisis. Incluso desde algunos sectores gremiales se exhibe esta modalidad como un logro. La Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró “inconstitucional” esta forma de pago, que también se supo dar en el tristemente recordado año 2001. Bonos que pueden ser abonos.
Por: José Piñeiro
Los trabajadores estamos abonados, no a un servicio, no a la tv por cable, tampoco a una conexión de internet super veloz, ni siquiera a un gimnasio o un transporte público. En realidad esos “placeres y beneficios” son cada vez más suntuosos y menos accesibles. Los trabajadores estamos abonados al abono, al estiércol, que con forma de limosna los gobernantes y las gobernantas llaman “bono” y lo presentan como dádiva generosa de su generosidad.
Trabajadores públicos y privados, que alguna vez reclamamos y conquistamos aumentos salariales, estabilidad, bienestar. Los mismos que alguna vez accedimos a la posibilidad de vacacionar con nuestras familias, comprarnos un celular, un vehículo, una tele nueva; por fin estamos en el lugar donde nos merecemos estar, de acuerdo al mandato de los CEOs, los gobernantes y sus escribas.
Abonados con un bono que tiene el mismo aspecto que las bandejas de grasa con colorante, esas que nos quiere vender el supermercado de la familia mata – indios, como si fuera “carne picada”. Porque con eso alcanza para que nos sigamos manteniendo en pie, casi vivos, generando la riqueza que entre ellos se reparten.
El debate pasa por saber cuánto suma el bono, en cuantas cuotas se paga, si será por las fiestas solamente, la resignación tiene cara de necesidad. Después de renegar un poco, vienen las cuentas, calcular que se puede comprar o más bien que deuda saldar cuando lleguen esos pocos billetes. Algunos representantes gremiales, incluso, se animan a exhibirlo como un logro.
Son tiempos de vacas flacas, muy flacas, de pérdida de derechos y conquistas, parecieran ser tiempos de amnesia colectiva. El G20, los mandatarios comiendo centolla, los Rodrigos mediáticos abusadores y la TV, ponen lo suyo; pero lo nuestro también cuenta.
Entonces el abono tendría que comenzar a mutar de estiércol a energía brota semilla, impulso para nuevos retoños necesarios. Tal vez no se sepa, pero antecedentes sobran. Es casi una ley natural, tarde o temprano se cumple y la rebelión florece. Entonces que el bono se haga abono, pero no para acallar voces sino para fortalecerlas. Esto parece solo un buen deseo, una oración al viento pidiendo un milagro, rogando que algo pase; tal vez no sea más que eso, pero ya es algo. Resignarse jamás.