Por: Gala Ferreyra.

Salí, hermana. El frío se combate con ropa, los pies son caminar y a palabras necias, oídos sordos: nadie nos puede sacar el amor ágape que tenemos. Y porque nos amamos, nos cuidamos. Entonces seguiremos pidiendo por los derechos que nos deben. Y si hay que gritar, gritamos. Si hay que romper, rompemos. Si hay que llorar, lloramos. Pero no vamos a hacer nada en vano: la vida de aquellxs que no están no fue en vano. No tenemos las manos manchadas de sangre porque nuestras manos son para levantar nuestros puños en alto.

Los derechos de las mujeres son derechos humanos. El Estado tiene una deuda con nosotras y con cada cuerpx gestante que decide interrumpir su embarazo, como también seguirlo. Y lo vamos a conseguir, te lo decimos así, con un orgullo feminista que no entra en estas teclas. Y te lo cantamos así porque tenemos voz para decirlo, para reírnos, para llorarnos. Hermana, aférrate a mi hombro que yo no te voy a dejar.

Nos ponemos un pañuelo verde, lo usamos de vincha, de pulsera, en la mochila, en la cartera. Verde, para que lo veas. Y no nos tiembla nada. No nos tiembla nada. El pulso lo tenemos para nombrar cada nombre que lxs de arriba se olvidaron. Nombre que  debe sonar y resonar en cada clínica clandestina, en cada embarazo forzado, en cada niña a la que le arrebataron su niñez. ¡Gritamos por cada mujer –cisgénero o transgénero- que el Estado olvido!

Y ahora que estamos juntas, y ahora que sí nos ven: ¡abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer!

¡Aprueben ese proyecto que sea ley, que sea ley!